viernes, 26 de marzo de 2010

Mis pasos...




Hilario Osorio Pérez


Recién “exiliado” de las filas de la Escuela Superior de Agricultura de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en Culiacán, donde por un tiempo hiciera la lucha de convertirme en fitotecnista, allá por los primeros y tormentosos días de los setentas, quiso el destino que me topara, así de golpe y porrazo, con el periodismo, sin imaginarme jamás que este seria mi tablita de salvación, que se convertiría en el compañero inseparable de mi vida.
Eran tiempos muy álgidos, muy difíciles, “en los que no había porqué estudiar”.
Las escuelas universitarias prácticamente estaban convertidas en centros de reclutamiento. Sobre todo las escuelas de Universidades tan críticas y “democráticas” como la nuestra, ¿recuerdan?
Y, así fue como fue como inicié mi recorrido por los departamentos de redacción, las famosas salas de prensa… los periódicos.
Casi siempre que me preguntan cómo empecé en esto de la reporteada, no respondo como suelen hacerlo otros diciendo que así: preguntando, sino que fue por estricta necesidad. Estricta necesidad de chambear. Estando yo recién casado, recién fracasado en mi carrera de agrónomo en una capital sinaloense tan convulsionada la tuve que hacer de varias cosas para sobrevivir. Fui mesero en “El Rincón del Diablo”, del señor Germán Rosas y “El Diablo” Partida. Solicité entrar a Bimbo, vendí terrenos de un pateón, fui agente de ventas en un fraccionamiento turístico de Mazatlán, realicé encuestas para estudios de mercado, vendí suscripciones del Excelsior, no me lo van a creer, pero hasta le hice la lucha de vender cosméticos a las mujeres casa por casa y estética tras estética.
Pero un buen día, estando yo de “parguito” con un hermano que llega el periodista de moda de aquellos tiempos, Roberto Martínez Montenegro, reportero estrella de Noroeste, en plan de reclutamiento de jóvenes interesados, dijo, en hacer carrera periodística. Sinceramente se los digo. Yo nomás oí el rollo que explicaba. Fue entonces que mi carnal me dice algo así: ¿Y, tu porqué no le haces la lucha? Ve a ver si la haces, hombre. Y, para no alargar más el forcejeo…ahí me tienen en medio de una chavalada probando suerte ante la estricta disciplina del licenciado Silvino Silva Lozano, director general del periódico; Mario Montijo, el gran jefe de redacción, que nomás con ver mis escritos los aventaba al cesto, don José el jefe capturista, con sus sabios consejos, entre otras luminarias de aquel periodismo moderno de las “pegazones”.
Bueno, pues, ahí estoy dale, dale y dale, jugándomela por una chamba de 40 pesotes diarios, con la firme promesa del licenciado Silvino que sí la hacía, pronto me aumentarían el salario a sesenta pesotes. Como al cuarto mes me le raje. Lo siento mucho mi “lic”, le dije, “pero esto no es para mi”. Me da tanta vergûensa que cata nota llevo al jefe de redacción, me la tiran a la basura”. El caso es que el director, haciendo gala de su paciencia y buen corazón, me sometió a cada vez más enfadosos procesos de capacitación quedándome finalmente con la plaza de reportero de sección policiaca al lado de quien realmente me agarró la mano para que aprendiera a hacer mis primera notas “con todas las de la ley”, cumpliendo los “cánones” de las famosas entradas, continuadas y salidas de las notas periodísticas.
Y de ahí pa’l real, Osorio viejo, ahí voy ya sintiéndome muy, muy, realizando el largo, penoso a veces, pero maravilloso en tras, camino de la “libertad de extorsiòn”, como le llamamos ahora algunos “irreverentes” al periodismo, el que debió ser realmente el oficio más antiguo del mundo.
No me pregunten Las fechas exactas, porque no las tengo a la mano como si fuese un curriculum empresarial, no, pero si les puedo decir que desde entonces me las rifé entre las filas de los mejores redactores de El Debate de Los Mochis, que empezaba a expandirse como la institución que es hoy, el histórico Diario de Los Mochis, fui corresponsal de El Diario de Culiacán, que dirigía Heberto Sinagawa, de vuelta como corresponsal de mi alma máter, Noroeste; fundamos Noroeste en Los Mochis, fundamos “La Extra” de Raúl Zavala en La Paz, BCS; fuimos de los primeros que nos la rifamos al lado de Frank Echevarría en su Guasavense, corresponsal, estimo haber sido el primer corresponsal de Notimex en Los Mochis, y hasta incursionamos en el primer programa de noticias y análisis de radio UAS, y francamente no recuerdo exactamente cuantos medios más he echado a perder, porque creo que hasta en algunas jefaturas de prensa oficiales me defendí haciendo boletines que a lo mejor nunca se publicaban. Y, Actualmente colaboro en El Tiempo, de mi amigo Ramón Cabanillas Armenta y otras revistas y periódicos de compañeros muy estimados, de esos medios llamados “diocesanos”, porque según dicen “salen cada vez que Dios quiere”, pero que son gotitas de plomo, que hacen hoyo, sabiéndolos manejar.
Imagínense nomás: un truchero convertido en flamante periodista. Que gusto le hubiera dado a mi padre. Llegar a codearme con gente tan importante como ustedes, después de haber cortado miles y miles de toneladas de caña, de haberle arrancado a las matas miles de toneladas de algodón a veinte centavos el kilo, entre otras chuladas de chambas que realizaba y mientras otros jóvenes terminaban sus carreras universitarias, yo aprendía a leer más o menos bien, y no me da pena decirlo, andaba de bracero desde los casi doce años de edad.

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